"Decidí que, de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía"
Rodolfo Walsh

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viernes, 25 de mayo de 2012

Por la derogación del Servicio Militar Obligatorio

Todos recordamos que en 1994, tras el asesinato del soldado Omar Carrasco en Zapala, Neuquén, el Servicio Militar Obligatorio (SMO) fue ... fue??? Y he aquí una confusión de muchos. La ley 17.531 (sancionada en 1901, bajo la presidencia de Julio A. Roca) sigue vigente, en 1994 fue suspendida, no derogada. Es decir, ante cualquier coyuntura que necesite de jóvenes armados, el SMO estará disponible.
Si adherís a la derogación de esta ley que obliga a los pibes de 18 años a permanecer un año bajo las reglas y enseñanzas militares, entrá a http://derogaciondelsmo.blogspot.com.ar/ o mandá tu adhesión a derogacionsmo@gmail.com.

Y hablando de este tema, no puedo dejar de mencionar a mi abuelo Eduardo Pimentel, que, junto a su hijo Ignacio, se opusieron al SMO siendo los primeros objetores de consciencia amparado, mi abuelo, en la patria potestad. Era 1982, en el gobierno estaban los milicos. había que tener huevos y mi abuelo los tuvo de sobra. Fue el comienzo de un camino de lucha nucleado en la creación del FOSMO (Frente Opositor al Servicio Militar Obligatorio). 


“Las Madres se acuerdan de que cuando aquellas primeras marchas se ponían complicadas, se sentían seguras porque iban del brazo de Alfredo Bravo, Jorge Novak, Miguel Hesayne, Oscar Alende y de mi padre.” La imagen descripta por su hijo Pablo trae de los primeros años ochenta el recuerdo de Eduardo Pimentel, cofundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, a 25 años de su muerte. “Si estuviera vivo estaría contento con los juicios a los genocidas, pero también preocupado por que se aceleren, para que la muerte no le gane a la justicia, estaría fogoneando que se junten las causas de una sola vez por distrito”, dice a Página/12.


nota completa de Adriana Meyer en Pág/12


Viví de chica los años más fuertes del Fosmo, me ponía una remera que me llegaba hasta las rodillas, y la mostraba orgullosa frente a una cámara mientras tomaban el testimonio de mi viejo, Pablo. Volver a hablar del Fosmo, del SMO trae recuerdos, pero como dijo mi viejo, pilas recargadas para terminar definitivamente con algo que el pueblo no eligió.


Volantes viejos, a rodar:









martes, 5 de octubre de 2010

“Con los jóvenes hay que trabajar en el barrio, no en un cuartel”

Reproduzco nota de Diario Registrado a Pablo Pimentel, sobre el proyecto con media sanción de Servicio Cívico Voluntario, y dejo, al final, una pregunta básica.-


“Con los jóvenes hay que trabajar en el barrio, no en un cuartel”


Pablo, hijo del recordado militante de los Derechos Humanos y creador del Fosmo Eduardo Pimentel, habla sobre el controvertido proyecto que busca albergar a jóvenes en condición de vulnerabilidad en dependencias militares para su reinserción social.


Pablo Pimentel, uno de los ocho hijos de Eduardo, fundó la APDH de La Matanza, en 1979, y hoy la vida lo encuentra dedicado a la búsqueda de Luciano Arruga, un pibe desaparecido hace un año y medio después de haber sido visto en la una comisaría de Lomas del Mirador.

Su fallecido padre transitó el camino de la militancia en la APDH, junto a Jaime de Nevares, Alfredo Bravo, Adolfo Pérez Esquivel y Simón Lázara, entre otros, y en 1982 creó el Fosmo, Frente Opositor al Servicio Militar Obligatorio. Fue cuando su hijo Ignacio se negó a hacer el servicio militar, aunque los militares se lo llevaron en un coche. Fue hasta el cuartel e inició una huelga de hambre. Ignacio fue declarado "no apto", y Pimentel fue el primer objetor de conciencia público.
-DiarioR: ¿Cómo recibió la novedad de la media sanción del proyecto que pretende capacitar a jóvenes en cuarteles militares?

-
Pablo Pimentel: Como primera reflexión, creo que para contener a los jóvenes en situación de vulnerabilidad no es el lugar más propicio, donde hay armas y donde en realidad el objetivo es prepararse para la guerra, para eso son los cuarteles, los destacamentos militares. El lugar apropiado es la familia, en base a valores que tienen que ver con la solidaridad, el amor, el respeto. Y en esos lugares, justamente, no se ha valorado lo que es la vida. La inseguridad nace por las políticas que se aplicaron a partir del año '76, que se intensificaron en los '90, cuando se creó el mayor ejército de desocupados. En realidad, ahora, estos son hijos o nietos de gente que ha quedado marginada del derecho fundamental que es sustentar su dignidad, su comida, su vida, a través del trabajo.

-D.R.: ¿Por qué piensa que buscan atacar esta problemática desde un ángulo relacionado a la seguridad?

-P.P.:
Algunos senadores, políticos, quieren apaciguar todo lo que es la inseguridad a través de los cuarteles. Esto es producto de la impotencia y la falta de capacidad estratégica de programas, evidentemente no hay visión. Viven en burbujas, en estos cargos no permanentes, donde tienen secretarias, buenos sueldos. Viven en un mundo que no es el de las barriadas donde se vive realmente. Lo único que hay que hacer es ir a los barrios y poner el oído para escuchar. En los barrios más complicados de La Matanza, donde estamos yendo hace unos años, vemos que se puede. A los pibes hay que darles un lugar donde digan qué es lo que realmente quieren, con todas las dificultades que tienen y empezar a escolarizarlos, a que tengan una fuente de trabajo. Con una presencia mínima del Estado ya se empieza a revertir esta tendencia.

D.R.: Esa presencia del Estado, no debe ser precisamente el Ejército...


P.P.: Que los chicos entren a estos lugares que durante mucho tiempo significaron un lugar donde primero se prepararon para la guerra y se mataron ciudadanos, los torturaron; me parece que la Argentina no tiene autoridad moral todavía, hoy por hoy, están los juicios por crímenes de lesa humanidad, muy lentos como para que nuestros chicos más pobres estén en estos lugares. Mi padre fue uno de los impulsores, allá por la década del '80, de oponerse utilizando la patria potestad a que sus hijos hagan el servicio militar obligatorio. El soldado Carrasco fue un caso que salió a la luz, pero está encadenado a más de 200 casos de muertos durante el servicio militar que habíamos contabilizado hasta el año 1995.

-D.R.: ¿Por qué cree que una porción grande de la población adhiere a estas fórmulas?


-P.P.:
Hay gente a favor porque tiene que ver con la característica del argentino, una actitud individualista. Y en todo caso "que se ocupe otro. No quiero ver un negro cerca". Esa falta de sensibilidad que después por ahí reaccionamos cuando nos pasa algo cerca. Es el profundo individualismo, si yo estoy bien, que se arreglen los demás y, en todo caso, que a este ejército de chicos se lo lleven a los cuarteles y se regeneren. Es la impotencia del adulto y la incapacidad de armar un plan que contenga a todos los ciudadanos argentinos.



Aparte de adherir con mi papá en la nota, una vez más, pregunto...
¿Hasta qué punto será "voluntario" si nace del prejuicio y la estigmatización de la pobreza?

martes, 4 de agosto de 2009

La memoria de un luchador


















Acá dejo la nota realizada por Adriana Meyer de Página/12, sobre mi abuelo Eduardo Pimentel, en vísperas del 25º aniversario de su muerte.

“Las Madres se acuerdan de que cuando aquellas primeras marchas se ponían complicadas, se sentían seguras porque iban del brazo de Alfredo Bravo, Jorge Novak, Miguel Hesayne, Oscar Alende y de mi padre.” La imagen descripta por su hijo Pablo trae de los primeros años ochenta el recuerdo de Eduardo Pimentel, cofundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, a 25 años de su muerte. “Si estuviera vivo estaría contento con los juicios a los genocidas, pero también preocupado por que se aceleren, para que la muerte no le gane a la justicia, estaría fogoneando que se junten las causas de una sola vez por distrito”, dice a Página/12.
Los Pimentel son ocho hermanos, que junto a su madre, Mabel Zaffaroni, organizaron un homenaje, el jueves a las 18.30 en el Centro Cultural San Martín. Pablo Pimentel tiene 52 años y trabaja en un taller de fabricación de polietileno que armó su padre. “De chicos trabajábamos ahí –dice– y es una valiosa herramienta que nos dejó, porque la independencia económica me permitió entregarme a la militancia.” Pimentel hijo fundó la APDH en La Matanza en 1979, y por estos días está dedicado a la búsqueda de Luciano Arruga, desaparecido hace seis meses en la comisaría de Lomas del Mirador.
En la década del ’50 vivían en Mar del Plata, Eduardo Pimentel militaba en la Acción Católica y en la democracia cristiana en esa ciudad. “En Buenos Aires hizo eje en Ciudad Evita, que era un barrio popular. Los gobiernos militares desalojaban casas y por eso mi padre creó el Comité por la Familia; uno de sus temas era el territorio familiar como lugar de pertenencia”, explica Pimentel. “Como éramos 10 ocupábamos dos casas ahí. Una mañana de 1965 vino la Aeronáutica a desalojarnos porque decían que nos correspondía una sola. Al final el oficial que venía a ocuparla ni se bajó del camión. Dejaron la casa vacía con un custodio. Mi viejo la recuperó en plena dictadura”, agrega. Tras el gobierno de Juan Carlos Onganía, Eduardo Pimentel empezó a militar en el sector revolucionario cristiano. Con el Partido Intransigente formaron la Alianza Popular Revolucionaria. La fórmula Alende-Sueldo tuvo su correlato en la provincia con Marcelo Arabolaza y Eduardo Pimentel. “A principios de los ‘70 se juntó con compañeros del Partido Comunista, socialistas, metodistas, judíos y católicos, y el 10 de diciembre de 1975 fundaron la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), para denunciar la barbarie que estaba cometiendo la Triple A; ya había violaciones a los derechos humanos y a las libertades políticas, ya había familiares reclamando por personas desaparecidas”, recuerda.
–¿Quiénes estaban en aquella fundación?
–A Jaime de Nevares lo fue a buscar él a Neuquén, estábamos de vacaciones y recuerdo que le contó el proyecto, y Jaime se vino. Estaban Alfredo Bravo, Adolfo Pérez Esquivel, Simón Lázara y otros compañeros comunistas, del PI y radicales. Las denuncias en el exterior se hacían a través de Raúl Aragón, que estaba exiliado en París.
–¿También militó contra el servicio militar?
–Claro. En 1982 mi hermano Ignacio se negó a hacer el servicio militar, se lo llevaron los milicos en un coche. Lo seguimos hasta un cuartel, y ahí llamó a la prensa para anunciar que iniciaba una huelga de hambre. “Si no sale del cuartel no dejo la huelga”, decía. Y al final fue increíble, le pusieron “no apto”, fue el primer objetor de conciencia público. Y así se creó el Fosmo, Frente Opositor al Servicio Militar Obligatorio.
–¿Cómo recuerda a su padre?
–Nos decía “en la medida en que sean solidarios hagan lo que quieran”. Recuerdo las vacaciones, los fines de semana en los bosques de Ezeiza con toda la familia y amigos, estamos filmados en Súper 8. Recuerdo su capacidad de despegar de su función militante, jamás nos dejó ver si tenía temor o preocupación. Luego supimos lo amenazado que estaba. Había tenido un linfoma y quedó muy débil. Pero él seguía acompañando a las Madres y a las Abuelas, fundó la APDH en Bolivia, no paraba. Antes de Malvinas le mandó una carta a (Reynaldo) Bignone en la que le decía que usaba la patria potestad para negarse a que mis hermanos menores hicieran la colimba. En medio de esa lucha, el Fosmo hizo un homenaje a los muertos por Hiroshima y Nagasaki y a favor de la libertad de conciencia, el 6 de agosto de 1984. Hacía un frío polar, él dio un discurso frente al Congreso y ahí se enfermó de neumonía. Falleció tres días después.
–¿Qué diría su padre de los derechos humanos en la actualidad?
–Se hubiera enojado con varios, decía que en un organismo de derechos humanos no puede haber internas, no cabe la construcción de poder personal. Hubiera acompañando al kirchnerismo por la anulación de las leyes de impunidad, pero diría que la política social no está respetando los derechos humanos básicos, es un enunciado sin desarrollo. No hubiera sido pasivo ante la desaparición de Jorge Julio López, yo mismo me siento culpable de la falta de acción. Se naturaliza tener desaparecidos en democracia, como Miguel Bru y ahora Luciano Arruga, por quien estamos luchando para que aparezca.

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