Les temo a las palomas, pero debo aclarar que esto sucede hace pocos años. Desde que han perdido los códigos, la frontera hombre-animal se diluye vuelo a vuelo.
Hace años, de pequeña, disfrutaba alimentándolas en las plazas, me gustaba que se me acerquen y me rodeen, porque, a pesar de la desesperación que les provocaba el maní, eran cautelosas, difícilmente lo tocaban a uno. Tenían códigos.
Las palomas hoy nos acechan. Incluso las políticas de la Ciudad de Buenos Aires han levantado la vista hacia ellas. Proponen traer halcones para frenar esta plaga ruidosa y maloliente. Si bien ya sentimos intimidante la presencia de una paloma en la vereda, porque han decidido ya no correrse ante los pies del humano que viene, con estas noticias, uno las empieza a mirar cada vez peor. Sin ir más lejos, ayer creí ver una paloma embarazada. Por supuesto que un rato antes había visto en la tele una entrevista a un especialista en plagas, que avizoraba el principio de las pestes y casi el fin del mundo. Unos pocos segundos después recordé la figura oval, ¡cierto!
Pero el caso es serio. Quien tenga la posibilidad de pasar por Mitre y Gascón las puede ver colgadas de los cables, alistadas para la última batalla, en una actitud totalmente desafiante hacia el humano. Sonría, las palomas nos están mirando.

Eso fue en Almagro, pero las zonas de alto riesgo son Recoleta, Palermo, Retiro y Microcentro. Yo ahí ni me meto. Si en Almagro soy capaz de ver una paloma embarazada, de Recoleta me sacan patas pa’ adelante.
Además, existe la posibilidad de convertirse, prácticamente, en hombre-paloma. Ornitosis se llama esta enfermedad transmitida por el bicho inmundo. En breve, las claves para prevenir el mal.
Bien, halcones para combatir a las palomas. Las señoras de Recoleta duermen un poco más tranquilas, porque encima adhieren a eso que reza: La paloma torcaza es símbolo de amor, la paloma casera trae, en algunos casos, mala suerte, y una paloma atada de una pata ahuyenta los malos espíritus. En el amor ya no creen, mucho menos en los malos espíritus, pero ¡ay de la mala suerte!
“Temeroso es el halcón -escribe Hans Biederman en el «Diccionario de símbolos»- ante aves mayores que él; en cambio, acecha a los indefensos polluelos para robarlos. Así también los afeminados se acercan a tiernas y jóvenes criaturas y las seducen para viciosas costumbres”. ¡Oiga! Que las palomas al menos no son tan perversas.
Y agrega Biederman: “el halcón designa también el representante de una tendencia dura en la política (exterior) en oposición a la «paloma», convertida en el animal simbólico del movimiento en pro de la paz.”
¿Estamos en conocimiento de que reemplazaremos un animal de paz por uno, prácticamente como dice el autor citado, de GUERRA? Sin olvidar la perversión y las “viciosas costumbres” de las aves “afeminadas”.
Las palomas se volvieron desagradables, ya lo sabemos, pero en 40 años tendremos plaga de halcones, de allí a la destrucción mundial hay un paso. ¿Se preguntó que viene luego para combatir al halcón? No creo que bichos bolitas, más bien felinos de enormes dientes con capacidad de dar enormes saltos. Canguros, quizás. Funcionarios y palomas, os llamo a la reflexión. Si las palomas cedieran un poco en su feroz avanzada contra el humano, y el humano funcionario no sería tan idiota, podríamos vivir en un mundo más ameno. Después de todo, yo prefiero seguir alimentando palomas con maíz que leones con uno mismo.