Pegadito a la polémica del matrimonio entre personas del mismo sexo, ley que comparto plenamente, se viene el debate por el aborto. Un debate postergado por años que ya no se puede dilatar más.
Respecto a este tema, mi postura no es tan radical por el sí o por el no. Esta ley sí debería considerar matices; la ley del matrimonio igualitario, por ejemplo, era o no era, sin grises. Pero si de aborto hablamos, es inevitable hablar y debatir una fuerte política de educación sexual. No podemos legalizar el aborto cuando en los colegios no se habla de sexo. No podemos explicarle a una piba de 14 años cómo se debe cuidar cuando ya carga con un aborto encima. Expliquemosle antes de que tenga que llegar a eso.
Y cuando hablo de una ley con matices, hablo de discriminar los casos en que la ley ampare la desición de abortar. Yo no creo que aumente el número de abortos, sí creo que disminuiría el número de muertes por aborto, pero no creo que cualquiera deba tener acceso a uno. Las secuelas son profundas y la acción irrevocable.
Una política de educación sexual y contensión psicológica deberían acompañar el debate sobre el aborto.
Dejando fuera todo postulado religioso, del sexo hacemos sexo, y del sexo hacemos vida, eso no tiene mucho embrollo. Es.
Y sobre la vida no hay mucho que discutir (o todo, but no nos pongamos existencialistas), pero si del sexo se hace vida, empecemos a hablar de sexo.

Hasta la castidad es una mentira gigante; vamoss... si la Iglesia da su opinión, espero que alguien le recuerde que no hay pito que le venga bien. No quieren educación sexual en los colegios, no quieren abortos, no quieren antoconceptivos. A ver si en una de esas tienen la solución divina.
Y hablando de Iglesia, a ver si se da el debate, de una vez por todas, de la separación Iglesia/Estado. Un Estado debería ser ateo che! Y que el ciudadano profese la religión que mejor le baile; pero dejemos de financiar la mentira milenaria de aquellos que bendecían a los milicos; con esa millonada empecemos a hablar de sexo, de vida, de aborto, de educación, del problema habitacional de La Quiaca a Ushuaia, y de cuánto más.
Siempre será saludable el debate, en esa área vamos bien; en los últimos dos años nos vimos obligados a pensar, decidir, definir, definirnos. En ese camino va la Argentina, con algo de aplicación, y con mucho por debatir, pero definiendose en asuntos a los que ya no podía evitar, sentando precedentes, generando, quizás, un efecto contagio que motive a las naciones vecinas. Lo bueno del debate, es que jamás se circunscribe a un tema, sino que genera una cadena desencadenante de cambios sociales. Y eso, más allá de cualquier observación personal, fue generado en estos años de gobiernos kirchneristas.